¡Bienvenidos! Amanece al mundo EMUNAH
Cuando somos pequeños nos preguntan con frecuencia, ¿qué quieres ser de mayor?
Me continúa fascinando la contestación que, con cara de verdadero susto, da Forrest Gump ¿es que no voy a ser yo?
Desde que amanecemos al mundo, en la sociedad que hemos creado, crecemos cargando con el peso de las expectativas de nuestros mayores; de sus preguntas sin respuestas. Muchas veces, somos diana donde impactan los sueños no cumplidos de quienes nos aman. También sus frustraciones y su dolor.
No se amaron lo suficiente a sí mismos, no supieron reconocerse. No fue su “culpa”. No les enseñaron cómo. Es una espiral ruidosa que “pareciera” infinita. Y es, en ese ruido, donde perdemos la capacidad de escucharnos y escuchar a los que vengan después.
No es una errata.
Conjugo bien.
“Pareciera”, porque no es infinita.
En nuestra mano está, dar los pasos necesarios para no repetir los errores del pasado. Para reconectar con la esencia de la vida que, como humanos, no se limita a la mera supervivencia.
La sanación de las personas pasa por la “pausa” y el acto de “contemplación”. En ese estado no se toca, no se pregunta, no se cambia nada. Solo se está abierto a lo que acontezca desde el asombro genuino, desde la plenitud del momento que se este viviendo, desde la observación limpia y amorosa de nuestra experiencia, de nuestra existencia.Somos extremadamente vulnerables. Somos conocedores de nuestro final casi antes de comenzar a respirar. Pero a su vez, somos privilegiados porque tenemos la capacidad de conocer y valorar qué hacemos aquí; de aportar de manera consciente, de crear, construir, limpiar la “tierra” y elevar el espíritu. Invertir lo más valioso que tenemos, el tiempo, en aquello que consiga que nuestra ontogenia contribuya a mejorar la filogénesis de nuestra especie. Que, en lugar de creernos dioses, lo seamos de verdad. Hace mucho tiempo escribí: “Cuantas menos preguntas me hago, más respuestas obtengo”. Y no transcurre un solo día sin reafirmarme en ello. La sanación de las personas pasa por la “pausa” y el acto de “contemplación”. En ese estado no se toca, no se pregunta, no se cambia nada. Solo se está abierto a lo que acontezca desde el asombro genuino, desde la plenitud del momento que se este viviendo, desde la observación limpia y amorosa de nuestra experiencia, de nuestra existencia. Vanesa Martin dice en una de sus canciones “No juegues si es que no vas a quemarte” lo que viene a ser: entrégate a la vida y ama libre, sin paracaídas. En mi caso y pese a las heridas, o quizá por ellas, no conozco otra forma de amar. Y seguramente, en ese mismo gesto, comience el acto de sanación más importante. Liberar lastre, volar sin miedo. Y en ese vuelo, propio a cada uno, la vida te bendice con seres extraordinarios que, sin preguntar y sin condiciones, se entregan. Esa es mi gran suerte. Estar rodeada de personas extraordinarias. Nuestra meta es, sin tener todas las respuestas, que el día a día, sea un regalo que nos brinde la vida para poner nuestro granito de arena. Vivimos para amar, disfrutar y dejar huella. Aquí no hay metáforas. La vida duele. El amor duele. Porque somos mamíferos y, además, humanos. Todos venimos al mundo en medio de un gran dolor. Y en estos días la tierra llora las pérdidas y aplaude la grandeza de ser humanos. Vamos a por ello. Amanece al mundo EMUNAH.
© Tania Evans